Friday, September 27, 2013

La mitad del corazón.



Desde niño he alimentado la idea de que si un recuerdo se repasa muchas veces, termina por borrarse o, en el mejor de los casos, por modificarse. Por ello no suelo deleitarme en la vivencia constante a través de la memoria de aquellos buenos años que pasé en España. Tal vez porque terminen siendo un retrato erróneo de la verdad o incluso puedan anularse de tanto revivirlos.

No sé qué me pasa, pero últimamente me estoy acordando, con una gran sonrisa en el rostro, de aquellos años no tan lejanos que me forjaron como hombre. Ahora ha pasado el tiempo y mi hija tiene ya cuatro años que si saber cómo, se me escurrieron entre los dedos,

Me acuerdo de los amigos que murieron, en particular de Rubén, con su acento cerrado de la cuenca minera, su sonrisa pícara siempre dispuesta, esa alma de truhán que tenía para sacarle dinero a las tragaperras y su hispánica picardía para afrontar la vida, la misma que se llevó el Hyundai Coupé en el que retornó al gran centro de la creación para reunirse con sus padres, el que había muerto antes que él aquí en la Tierra y el otro, el amante creador de toda vida y obra de éste universo.

Me alegra recordarte, Rubén, aunque se me empañe el alma al saber que ya no podré estrechar tu mano amiga. Sigues viviendo en mi recuerdo, amigo, junto con esa vida que quedó atrás y que tampoco pudiste compartir conmigo cuando recibí mi destino en Córdoba, allí donde aprendí a buscarme la vida, como me enseñaste.

Allá, en Córdoba, se me quedó la mitad del corazón.