Tuesday, March 20, 2007

Vómito

Como tú mejor que nadie sabes, llevamos algún tiempo “distanciados”. No, por favor, no pongas esa cara, no hablo con sarcasmo, tan sólo me parece que la palabra es bastante risible.

Al principio me pareció bien, incluso sano, de vez en cuándo es necesario darte cuenta de cuánto echas de menos al otro. El problema es que en mi soledad cada vez que pienso en ti sin verte, y especialmente en este estado de incertidumbre, tengo un sentimiento de malestar intestinal que sube hasta mi garganta y, allí, se concentra en una espiral centrífuga que vuelve a bajar hasta mi estómago a una velocidad que me produce vértigo. No exagero. Creo que se trata de asco.

¡Por favor!, tranquilízate, estoy intentando hablar como las personas civilizadas. Gracias. Bien, sigo. ¿Sabes qué es lo que realmente me molesta? Y digo molestar por no utilizar romperme las pelotas, estamos siendo civilizados, ¿no? Bueno, lo que realmente me molesta es que seas tú la víctima. Niña, por favor, siéntate de nuevo, anda. Gracias.

Cada vez que te pregunto “¿cómo estás, mi vida?” respondes “bueno, sin comentarios”. Entonces sé que todo sigue igual y que vas a tardar otro día más en volver; día que se suma al anterior, y al anterior, y al que le precede, y así hasta perder la cuenta. Ya no me preocupa, en serio, no te rías, es verdad. Me importa un carajo lo que hagas con tu vida pero antes de que te largues voy a poner algunas cositas sobre la mesa porque de lo contrario te voy a dar la satisfacción de morir por el cáncer que tú me has provocado de sólo conocerte.

Eres la única mujer a la que he suplicado que no me dejara. No sé qué me hiciste para entrar en un estado de semejante imbecilidad pero lo cierto es que sucedió y no podré negarlo, por mucho que me pese. Cuando comenzaste con tus tonterías debí haberte pegado una patada que te enviase al otro lado del planeta, pero ya me conoces, soy muy caballeroso.

Pero bueno, estábamos en que lo que más me rompe las pelotas es que te hicieras la víctima. Pues bien, ¿te acuerdas de aquella noche, junto al puente, cuando te rogué para que no me dejaras? ¿Qué me dijiste? Claro que lo recuerdas niña, esa pequeña sonrisa que se asoma por tus labios zorrunos te delata. Dijiste “No sé qué me pasa, cada vez que sucede alguna situación en la que recuerdo a mi anterior pareja siento que te odio”. ¡Ahí, precisamente ahí!, en esa última sílaba, debí darte la patada, pero no lo hice.

Después vinieron mis ruegos, tu frialdad, mis lágrimas, tu incredulidad, mis sollozos, tu mueca de hastío y, finalmente, mi cesión ante lo que mandaras por no verte marchar.

Comencé por no llamarte para no hacerte sentir “presionada”, pero si no lo hubiera hecho tú jamás hubieses pulsado las teclas de tu móvil para interesarte por mi existencia. Después de un tiempo vino la reunión fugitiva en la que me dijiste que tenías miedo de que hicieran tanto daño de nuevo, ocasión única donde no intercambiamos ni un beso verdadero ni llegamos a una conclusión certera sobre nuestra situación, pero pese a todo, seguí aquí, aguantando.

Ahora las cosas han cambiado, este tiempo de “intermedio” me ha permitido reflexionar mucho sobre nuestra relación y, nuevamente, lo que más me rompe las pelotas, es tu personalidad histriónica y el masoquismo que tanto alabas sin ser jamás tu verdadera bandera, porque tú, querida mía, eres muy puta. No lo digo en sentido peyorativo para las sexoservidoras sino como adjetivo de astucia; es que ya me cansé de llamarte zorra.

Sí nena, y esto te lo vas a tener que tragar te guste o no. Ya me cansé de escuchar tus quejas sobre tu anterior noviazgo, ¿a mí qué coño me importa? ¿Soy un jodido sustituto? Créeme que intenté comprenderte y ponerme en tu lugar, pero esto es demasiado, ¿me tomas por un payaso? Cada cosa que hago la refutas diciendo o dejando intuir “esto ya me pasó con el anterior” y yo, que soy sumamente imbécil, te pido disculpas por ser como soy. El problema lo tienes tú. El problema eres tú.

Cuando termine seguramente dirás que no tengo corazón, que siempre te pasa igual, que los hombres somos unos cerdos y que tú no tienes la culpa. ¡Que te compre quien no te conozca! Porque guapa, y esto lo sé muy bien, vendrá otro a quien le venderás la historia y repetirás el ciclo. Lo que me pregunto aún es si no te cansas de tanta porquería, si no has pensado alguna vez en ser feliz y dejar todo atrás.

Ya termino. Espero que no me guardes rencor, sabes que he sido sincero. Perdona que no te haya dicho todo esto de viva voz pero sucede que no sabía si al verte iba comenzar de nuevo ese sentimiento de angustia, náusea y vómito. Lamento que lo hayas tenido que leer y francamente no sé cómo has dado con esta carta, pero no tengo el valor para decírtelo a la cara. Porque aquí estaré siempre, a tu lado, aguantando. Porque creo que aún podemos ser felices si luchamos. Porque te amo.