Thursday, August 07, 2008

Sé que existes

Es veintisiete de julio del 2008 y hoy sé que existes. Ya lo sospechaba, pero por fin me lo confirmó tu mamá, por teléfono. Yo estoy en España, contando los días para volver a México y estar junto a ustedes.


Mira, te voy a ser sincero: tu madre y yo estamos bastante nerviosos. Eres el primero, chiquitín. Al principio, cuando la incertidumbre de tu esperada llegada ocupó todo mi pensamiento, me imaginé siendo padre, enseñándote todo lo que puedo, encauzando tu camino con firmes valores, forjándote como individuo independiente y de alta moral. Sí, muy siglo XIX, ¿qué le vamos a hacer si te tocó este padre?


Me sonreía viéndonos en mi imaginación enseñándote a hablar, a caminar tus primeros pasos con mi ayuda pero por tu propia cuenta, a andar en bicicleta sin las ruedas traseras… era la visión de mi paternidad, quizá de manera unilateral, pero de repente, sin esperarlo, la conciencia atravesó mi cuerpo entero y me mostró que tú, pequeñín, vienes de muy atrás, de miles de ancestros, de muchos siglos de andadura. Y, ante todo, que eres único, eres alguien que tendrá su propia conciencia, sus convicciones, sus sueños. Tener la certeza de que tú eres otra persona, separado y al mismo tiempo parte de mí, me sacudió, pues ya no era sólo mi paternidad protectora la que te observaba embelesada, sino la mirada atenta sobre alguien más, vivo y autónomo. Real.


Me pregunto cómo eres, de qué sangres antiguas tomarás tu cuerpo y tu alma, si serás niño o niña. Son tantas cosas, pequeñín. Estoy feliz de saberte presente. No te voy a mentir, éste lugar no es fácil, aunque créeme que no desearía jamás que te quedases atrás, de donde vienes. Esta vida también está llena de luz y los buenos momentos que somos capaces de disfrutar, compensan, con una sola sonrisa, el desbarajuste de la balanza universal.


Te quiero desde ya, desde antes de conocerte. Mis decisiones ya no son sólo los tirones sobre las bridas de mi propia vida que hace poco manejaba a mi antojo. Ahora estás tú, con tu madre y conmigo, apuntando con la luz de tu faro las costas adonde desembarcar. Quiero con todo el corazón ser un buen capitán. Te prometo que intentaré no equivocarme, pero claro, soy, igual que tú, persona, así que no me eches en cara alguna que otra equivocación, que si sucede, no será buscada, pues nos deseo lo mejor.


No he podido comer, pero no es porque me sienta mal, al contrario, el cuerpo no me pide nada; estoy completo. Sí, algo nervioso, como es natural, pero quédate tranquilo, que el desmayo espero que no llegue hasta tu primer grito.