Monday, November 28, 2011

GRACIAS, LUZ.



¿Para quién dirijo estas líneas? Para todos, claro está, aunque no sé a quién pueda realmente hacer llegar el mensaje a lo profundo de su alma; no me concierne, yo sólo soy el mensajero, una voz más que se une al canto a la vida.

La Pachamama me condujo por la noche en la visión que la madrecita Ayahuasca me regaló al asistir a una sesión chamánica de sanación. Descubrí una medicina para el cuerpo y el alma, con vida y humor propios, como un ser vivo más, como todos, como todo.

Durante mi proceso de expansión de conciencia le pregunté qué debía hacer, es decir, cómo podría contribuir con el universo que somos todos. Entonces me di cuenta que lo que más amo, mi labor más sincera, es la escritura. Con ese mutuo asentimiento la Pachamama me encomendó escribir éstas líneas: mi testimonio de luz.

Llegué a la madrecita por mediación de mi amigo de la infancia y ahora compadre Pepe. Ahora sé que la vida nos acomodó uno junto a otro para reír al unísono en la catarata de la dicha.

La primera vez que accedí a la madrecita lo hice con una falsa postura. Creía que el respeto otorgado a la planta estibaba en pasármelo bien, como espectador risueño. Nada más falso. En la ceremonia, donde mi chamana Paola me guió lo mejor que pudo, sólo logré entender que estaba trabado, es decir, tenía un bloqueo inmenso que no me permitiría acercarme a la sabiduría de la madrecita al menos que cambiara mi actitud: tenía que ser humilde.

Con el mal trago de pasar una velada de gente dichosa a mi alrededor mientras yo no podía conectarme con la madrecita decidí liberarme. Nada perdía. Como decía Sancho Panza: “Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”. Sólo que ahora sí ganamos todos.

La vida se tejió de tal manera que pude llamar a mi madre en su cumpleaños. Le dije de corazón que mi casa era la suya para cuando quisiera visitar a su nieta. Ignoro también si mi mensaje tendrá respuesta pero cumplí con mi parte al dejar ir la loza del rencor que guardaba.

Hice un examen interior de las razones que podrían haberme alejado del conocimiento de la madrecita y encontré que guardaba con vergüenza diversos hechos realizados a lo largo de los años que no fueron los más correctos. Me arrepentí y pedí perdón con el corazón.

Ayer cuando me acerqué al fuego sagrado lo hice de rodillas. Le pedí con sincera humildad que fuera mi guía, que me enseñara. Paola reconoció una voz sincera y a través de su mano santa la madrecita me condujo al despertar de una nueva vida. Se rió conmigo de mi anterior actitud soberbia y me enseñó que me era necesario despojarme de cualquier pedrusco material para emprender el vuelo.

En la ceremonia Álvaro, futuro gran maestro, nos condujo con su música por la belleza universal. Los Icaros (las canciones sagradas o música medicina), expandieron el espacio que me rodeaba y con él mi entendimiento. Todo iba siendo claro, clarísimo.

La medicina otorga un viaje singular a través de su sabiduría a cada quien pero lo hace con un hilo conductor: su mensaje de unicidad, es decir, a través de los símbolos conocidos por el sujeto, muestra en la pantalla de nuestra mente la creación del mundo y la interconexión que existe con todos y con todo.

Lloré por mis hermanos animales, por mis pies calzados añorantes de tierra que los uniera, por mis hermanos hombres que todavía no logran despertar, por los valientes que defendieron siempre la libertad de pensamiento antes que esclavizarse a un mundo ajeno a su verdad.

Mi viaje personal me ayudó a ver la luz colorida en la voz de los cantos, a abrazar el universo y comprender cómo y de qué manera soy parte del todo. Me habló de la responsabilidad de habitar el cuerpo humano que se me prestó para llenarlo de divinidad y disfrutar jugando de este mundo hermoso que comienza a vibrar con la certeza de abrir los ojos del corazón a un mañana completo.

En el círculo me encontré con una pareja de origen judío. Conocí su pueblo desde dentro y a través de ellos ahora comprendo la dura suerte que les tocó, que no nos es ajena pues todos somos parte del todo.

Entendí que los monjes tibetanos meditan por todos nosotros, para mantener el campo conceptual de la realidad de éste mundo.

Entendí que todo lo que había hecho hasta ahora había sido perfecto para encontrarme en el sitio exacto a la hora indicada con los guías que me corresponden, acudiendo al llamado de la nueva luz que me mostró mi divinidad y me enseñó que ahora en éste nuevo cuerpo de Ángel consciente debo reír porque mi camino anterior había sido trazado con total sabiduría para llegar a la madrecita y encontrarme con todos dentro del todo.

Agradezco a mis ancestros y al mí mismo de vidas pasadas por haberme ayudado a llegar a éste momento de inflexión en mi existencia. Agradezco a Paola por su maestría en la conducción de mi nuevo ser, a Álvaro que para mí es un pavorreal con el plumaje extendido cuando canta, a Pepe por dar el salto a la divinidad juntos, a Rebeca, mi mujer y compañera de viaje ancestral y futuro, a todos los que alguna vez han estado en contacto conmigo puesto que todos me trajeron hasta aquí y a todos los que todavía estoy por conocer. Gracias por recibirme en ésta gran familia. Ruego por que la sabiduría de la madrecita y el despertar de conciencia lleguen a sus vidas en el momento indicado como está trazado.

Un gran abrazo de luz.

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